domingo, 28 de octubre de 2012



Rectificar es de sabios


Correspondiendo a la invitación cursada desde la Alcaldía y su Concejala de Cultura, he tenido la oportunidad de asistir en el municipio de Botija, - un hermoso pueblo extremeño ubicado en la comarca Sierra de Montánchez -, allá dónde la dehesa extremeña luce en todo su esplendor, en la histórica y cultural provincia de Cáceres, a la celebración de la fiesta anual de los Vetones. Hicieron coincidir el evento, muy afortunadamente, con la fiesta de la Mancomunidad, una agrupación de veintiún municipios que oscilan entre los 90 habitantes del más pequeño y los 3400 del más populoso.  

El sábado, día central de la fiesta, una explosión de alegría, festejos populares, actividades infantiles y actuaciones musicales, llenaron las calles de un gentío llegado tanto de poblaciones limítrofes, como de las mancomunadas e, incluso, alejadas geográficamente, como es mi caso. 

Un censo multiplicado por diez. De los escasos 160 vecinos que viven en el municipio anfitrión, a los más de dos mil visitantes que asistieron a la fiesta, entre los que mil cien, optaron por la adquisición del  ticket para la comida popular que ofrece el Ayuntamiento. A éstos, cabe añadir los varios cientos de paisanos que disfrutaban de las exposiciones culturales, artesanales, gastronómicas y recreaciones históricas de profesiones vigentes hace más de cinco décadas. Un pueblo lleno de vida, un mundo rural, convertido en el centro de atención para miles de personas.

En tiempos políticos como los actuales, donde, tanto ediles como parlamentarios, consejeros o directores generales, asesores y demás miembros de la casta política se hayan cuestionados permanentemente, es elogiable constatar que en la distancia corta, la realidad, es otra bien distinta.

No es, si no con la participación desinteresada de tantos y tantos concejales, miembros de pequeños consistorios donde los cargos liberados son leyenda urbana, la asignación económica y gastos de representación, una utopía,  que es posible la realización y puesta en marcha de eventos así. 


He visto al pueblo volcado en la participación colectiva;  a sus concejales,   iniciar la jornada al amanecer, permaneciendo durante horas y horas al servicio de sus conciudadanos y visitantes. 

Todo ello, sin asignación económica alguna, sin gastos de representación, sin dietas de desplazamiento, sin coche oficial, sin escoltas ni vigilancia de seguridad, practicando la política de cercanía, codo a codo con su electorado.

Aquí no hay alfombras rojas en los grandes estrenos culturales. No hay viajes exóticos, enmarcados en supuestas comisiones de estudios y curiosas finalidades. 

Sólo hay entrega, esfuerzo y trabajo en favor de su pueblo y su gente.

Por eso, la próxima vez que lea datos de gran política, cuando oiga críticas generalizadas, cuando se cuestionen estructuras y duplicidades onerosas para la Estado, recordaré experiencias como la vivida.

Precisamente, porque esa realidad la conforman miles de pequeños ayuntamientos repartidos por toda nuestra geografía, preocuparé recordar a muchos creadores de opinión, cuando se hable de concejales, no olviden que, rectificar, es de sabios.   








No hay comentarios:

Publicar un comentario